
Sucedió en el Parlamento inglés. Fue durante uno de los discursos
de Churchill en el que una diputada de la oposición, pidió la
palabra. Todos sabía que a Churchill no le gustaba que
interrumpiesen sus discursos. Pero la palabra le fue dada a la
diputada y ella dijo en alto y buen tono:
-'Sr. Ministro, si Vuestra Excia. fuese mi marido, yo pondría
veneno en su café!'
Churchill, con mucha calma, se quitó los lentes, y en aquel
silencio en el que todos estaban esperando la respuesta exclamó
-' Y si yo fuese su marido, me tomaba ese café.'
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